Se les colocó a 16 clientes un dispositivo que mide las ondas cerebrales para que experimentaran 8 entornos de 8 colores diferentes. Se diseñó cada escenario con los elementos del restaurante en un mismo color, desde las paredes y el suelo hasta el mobiliario y los productos de mesa.
En cada experiencia de color se les pidió a los clientes que probaran una bebida y un pequeño macaron, idéntico en todos los aspectos excepto por el color, que hacía juego con el entorno. Se midió la actividad cerebral y el ritmo cardiaco para cada escenario, completándose además un cuestionario en el que se reflejaron las reacciones de los participantes. El análisis de los datos que se recopilaron de la prueba sirvió para crear un perfil de cada color.